¿Cómo perdonar a aquellos que nos han decepcionado, traicionado o herido?
Gabrielle Rubin y Nicole Fabre, son dos psicoanalistas francesas que han publicado sendos libros sobre este tema ("Du bon usage de la haine et du pardon" y "Les Paradoxes du pardon"). El perdón es a menudo un acto liberador en el cual el dolor se disuelve, un acto que permite que el ofendido recupere el protagonismo en su propia vida, la posibilidad de no estar más sometido, e incluso de volverse más fuerte. Para Nicole Fabre, « perdonar es agrandarse, es hacer lugar en nosotros para recibir al otro. El verdadero camino de liberación es dar el paso que permite ir más allá del perdón". Cuando estamos heridos y aprisionados en el resentimiento y el dolor, todas estas recetas pueden parecer fáciles de escribir y difíciles de realizar. Si, es difícil, lo dijimos desde el comienzo. Se trata de un camino que en ciertas circunstancias puede costarnos mucho llegar a emprender. Puede hacer falta ser acompañado terapéuticamente para lograr salir de la trampa dolorosa en la que hemos quedado aprisionados. Hay perdones, y Perdones. Existen los perdones comunes, aquellos que se otorgan mediante una palabra o un gesto de más. Y están los Perdones Extraordinarios aquellos que nos cuesta tanto conceder luego de haber sido heridos en lo más profundo de nosotros mismos... Perdonar a un padre verdugo, a un atacante, a alguien que nos ha defraudado, al conductor que se ha llevado por delante uno de nuestros seres queridos. Se trata de un viaje interior que puede ser largo y exigente, difícil de desear emprender recorrer. Para algunos, perdonar es un acto de coraje, para otros, una confesión de debilidad, cuando la situación en la que estamos parece no dejarnos otro camino que "preferir la venganza", es muy difícil que lleguemos a poder conceder el perdón. Todas las víctimas que han perdonado están de acuerdo en decir que tal trámite los ha liberado, que inclusive les ha insuflado una nueva energía a sus vidas. Porque el perdón sirve ante todo para liberarse a sí mismo. Ya sea que lo solicitemos o lo concedamos, es el fruto de un verdadero trabajo sobre nosotros mismos cuyo resultado permanece sin embargo incierto: es posible llegar a perdonar sinceramente a alguien sin forzosamente llegar a comunicárselo ya que el proceso se opera a partir de nuestra toma de consciencia. No somos todos iguales en relación al perdón. Dos niños abandonados no tendrán necesariamente el mismo destino. Uno podrá tomar la vida como un combate, el otro como una lucha perdida desde el comienzo. Tal vez habrán perdonado a sus padres, tal vez no. Cada historia es singular y existen tanto perdones como víctimas. A pesar de todas estás vicisitudes, estas psicoanalistas han abordado ampliamente esta cuestión para tratar de identificar las grandes etapas que jalonan el camino del perdón. Veamos cuales son: 1. Decidirse conscientemente a dejar de sufrir. Si la ofensa o agresión no cesa, ningún proceso de perdón puede desencadenarse. ¿Pero cómo hacer para ponerle un término? De cara al culpable – un amigo que ha traicionado su palabra, una pareja que nos ha traicionado, por ejemplo- la víctima puede bloquearse y quedar paralizada por el sufrimiento. La primera etapa consiste entonces en decidirse a dejar de sufrir, a salir de la escalada de violencia. Salirse del campo y poner cierta distancia entre nosotros y el responsable de nuestro dolor psíquico. En los casos particularmente graves, aquellos en los cuales nuestra integridad psíquica o física está en juego, a veces, una demanda en la justicia puede ser el único modo de atravesar esta primera etapa y de poner al culpable de cara a sus responsabilidades. Perdonar a un agresor no impide encarar una demanda judicial, tal como lo ha escrito la filósofa Simone Weil, « no podemos perdonar más que a aquel que podemos castigar” . La justicia, ejercida en el nombre de la sociedad, objetiva la falta, reconoce la herida y designa al culpable, pero la única que puede perdonar es la víctima . 2. Reconocer que la afrenta existe El pasado no se borra. Es inútil tratar de olvidar una ofensa. Ese mecanismo de defensa entierra el sufrimiento, el odio y el rencor en alguna parte del inconsciente desde donde su fuerza destructiva sigue operando con incluso más violencia. Reconocer al agresor como culpable de una falta, es desde el vamos una necesidad para que podamos vivir. Eso permite –dice la psicoanalista Gabrielle Rubin, “devolver la culpabilidad al agresor y de esta manera poder recuperar un vínculo con nosotros mismos”, lo cual además contribuirá a evitar el desarrollo de enfermedades psicosomáticas o conductas repetitivas de fracaso. Esta descripción del perdón como un proceso en 7 etapas, tiene la pretensión de ser tan sólo un mapa para orientarnos frente a una posible travesía. Traducción del artículo Samuel Socquet-Juglard Revista Francesa" Pychologies
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