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Galería de Famosos TDAH. Thomas Alva Edison

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Inventor inquieto.

Thomas A. Edison está entre los más citados personajes históricos por exhibir el clásico comportamiento de una persona con TDAH. La lectura de la esta reseña mostrará parte de los síntomas del TDAH a lo largo del ciclo vital y dejará en claro que nadie es un portador pasivo de un determinado estado neurobiológico.

Thomas fue, desde pequeño, un problema no sólo por sus disconductas (a los seis años había quemado el granero de la familia) sino por cuestiones de salud: sufrió de escarlatina e infecciones en los oídos que lo dejaron con dificultades auditivas; sin embargo, era muy conversador y solía abrumar a los adultos con sus constantes preguntas. Aunque debía ser intelectualmente muy dotado, un maestro llegó a llamarlo “torpe”, entre los siete y los nueve años asistió a tres escuelas diferentes y todos sus maestros se rindieron: el último lo declaró no educable.

En verdad no pudieron afrontar su incapacidad para quedarse sentado, su inatención y su verborragia (¡Le gustaba hablar, pero no escuchar!). Probablemente, la vida de Thomas A. Edison hubiera rumbeado hacia el desastre si su madre no hubiera creído siempre firmemente en él y hasta su padre pensaba que era un poco tonto.

Cuando debió ser retirado de la escuela, la madre se dedicó íntegramente a enseñarle en el hogar y comprendió que él no podía estudiar como los demás, sino que necesitaba explorar: lo alentó permitiéndole armar un laboratorio en el sótano.

Un verdadero ejemplo de educación personalizada y de adaptación curricular. A partir de los 12 años Thomas trabajó vendiendo diarios y otros artículos en el tren. Armó en un vagón de carga un laboratorio de química, consiguió una imprenta y comenzó a publicar un periódico para los viajeros.

a empresa funcionó bien hasta que un incendio en el laboratorio arruinó el negocio y llevó a su despido. A lo largo de su adolescencia pasó por muchos trabajos, mientras que paralelamente dedicaba todo su tiempo a inventar: por ejemplo, mientras trabajaba como telegrafista de un ferrocarril tenía que emitir un mensaje una vez por hora, abrumado por la rutina, inventó una forma de transmitir su señal automáticamente.

Cuando descubrieron “la trampa” fue despedido: necesitaban que él estuviese atento no que simplemente saliera la señal. Sin embargo, el invento se convirtió en el primer telégrafo automático y el primer antecedente de las actuales máquinas automáticas de emitir tickets.

Una frase ilustra su forma de pensar divagante: “… empiezo acá con la idea de ir allá en un experimento para aumentar, por ejemplo, la velocidad del cable interoceánico del Atlántico; pero cuando he llegado en parte a la meta, me encuentro con un fenómeno que me empuja en otra dirección [...] hacia algo completamente inesperado”.

A esto se lo ha llamado ocasionalmente “el rasgo Edison”, aunque es común de toda persona que presenta dificultades en las funciones ejecutivas.

El tenía muy claro que siempre sabía cómo empezaban sus días, pero no cómo ni cuándo habrían de terminar: “Mi éxito se debe a que jamás tengo un reloj en mi taller” y un grupo de sus ayudantes se auto denominaban “el escuadrón del insomnio”.

Edison, no era sólo un inventor sino un empresario y un astuto hombre de negocios capaz de vender sus inventos, atraer capitales y motivar a sus empleados. Al final de su carrera había patentado 1093 inventos.

No fue fácil para él salir adelante: anduvo a los tumbos bastante tiempo, corrió peligros no recomendables, y dado que no pudo recibir medicación ni educación formal apropiada (nadie sabía del tema), es difícil explicarse el resultado final de su vida sin pensar:

a) en su talento natural;
b) en la intuición brillante de su madre: se ocupó de él apasionadamente, comprendió su estilo cognitivo, supo apoyarlo y guiarlo y;

c) Edison mismo “inventó” formas de afrontar sus problemas: tomaba una dirección y podía abandonarla antes de llegar a la meta, sabía que tarde o temprano lo haría, pero se ocupaba de que alguien siguiera su trabajo, dejando y dejándose mensajes.

Articulo publicado originalmente en el TDAH Journal, “Terremotos y soñadores”, año 1, número 2, Marzo de 2001, Autorizada su publicación electrónica

por su editor Lic. Rubén O. Scandar

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